lunes, 24 de mayo de 2010

27-La despedida de Curunir

El Bardo de librea añil, de voz arrebatadora y elocuente, manifestó entonces:

Curunir estaba intranquilo respecto a la oscuridad.

Consideraba muy probable la opción de que fuera Sauron en persona en pleno resurgir. Y eso lo inquietaba. No podía atacar el Último Desierto, estaba demasiado protegido. Pero si Sauron estaba ultimando su retorno, entonces se tenía que estar preparado.
Curunir sabía que su misión era impedir que el poder de Sauron esclavizase la Tierra Media. El verdadero enemigo era Sauron, no Jandwathe. Y Sauron no optaría por atacar el este, que prácticamente le pertenecía. Atacaría a los Señores del Oeste, al otro lado del Mar de Rhûn.

Permanecer más tiempo en Rangost sería un error, pensaba Curunir. Debía volver al oeste. Aprender todo sobre Sauron. La historia de su dominio. Sus hechos en la Tierra Media. Leer sobre los héroes antiguos que le hicieron frente. Estudiar las artes y engaños del Enemigo. Sus armas.
Así, pensaba Curunir, el mundo estaría preparado si el Señor de los Anillos volvía en pie de guerra. El mago blanco se obsesionó con esta idea, pues sabía que era el más poderoso de los Istar y tenía responsabilidades que asumir. También tenía que ser el más sabio. Y toda esta sabiduría la encontraría en el oeste.

Comunicó estos pensamientos a Alatar, quien se preocupó por el futuro de Rangost cuando solamente quedara un mago en el este. Curunir lo tranquilizó:

  • Sauron no teme el este. Gran parte de Rhûn y Harad se encuentra bajo su poder. Y naturalmente no teme a Rangost. Para Él es tan solo una ciudad aislada sin ansias de guerra. Sus verdaderos enemigos se encuentran en el oeste y es allí donde se dirigirá cuando regrese, si como pienso se encuentra en el Último Desierto. Aunque Jandwathe desee acabar con Rangost, Sauron no comparte esta obsesión y simplemente ignorará esta ciudad. La gente de Rangost no debe preocuparse aún por el Enemigo. Y Jandwathe estará a las órdenes de su Señor cuando éste vuelva, y no creo que se dedique mucho tiempo a sus ideas personales. Más bien creo que para Rangost empieza una época de relativa tranquilidad.

De esta forma, un día de abril del año 2103 Curunir se despidió de toda la gente de Rangost y también de Alatar y Nebula e inició el camino que le llevaría al oeste. Salió por la puerta norte del Barnae-qu y la muchedumbre lo vio alejarse lentamente, altivo con sus ropajes blancos como la nieve y con la vara en la mano.

Curunir nunca volvería a Rhûn.

Alatar se había quedado solo.

Alatar pensó, mientras aún se veía a Curunir a lo lejos, como un punto brillante, que se habían olvidado de Pallando. No sabían si el segundo Mago Azul aún estaba vivo ni dónde se encontraba. Sin embargo, poco podía hacerse ya por él.
Y de hecho, Alatar no supo nada de la suerte de Pallando hasta muchos siglos después.

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