domingo, 2 de mayo de 2010

21-De la llegada a la Capitanía de Rangost

Y el Bardo de librea oscura prosiguió:

Así pues, Alatar, Curunir y Nebula se dirigieron a la costa a través de la ya noche cerrada, hacia un conjunto de casas de pescadores que se habían instalado fuera de las murallas formando un pequeño vecindario, hacia el sur de la ciudad.

Cuando llegaron encontraron las casas desiertas, sin ninguna luz. Un viento de costa azotaba lonas y velas de las embarcaciones que estaban ancladas en el puerto, sombras a la luz de la luna. El húmedo salitre del aire marino se mezclaba con los humos que bajaban de la ciudad, dando un ambiente extraño de podredumbre.

Los dos magos se acercaron a una de las barcas más pequeñas. Sus maderos crujían con el viento y las olas la mecían suavemente. Era una barca sencilla, sin velas y tirada por remos. Los tres subieron a ella y los magos soltaron amarras, cogiendo luego un remo cada uno y poniendo rumbo al norte.

Unos diez minutos después llegaban a la vista del puerto de Rangost. Estaba lo suficientemente lleno de embarcaciones grandes de pesca como para quedar ocultos ante posibles observadores que estuvieran oteando el mar desde la ciudad. Alatar y Curunir atracaron en un extremo del puerto, al lado de un barco con una eslora de longitud mediana. Saltaron a tierra y raudamente se metieron por un callejón desierto, dejando a Nebula salvaguardando la barca por si debían huir. Desde aquí, los gritos y los golpes de espada se oían en la lejanía, pues al parecer la lucha se concentraba en la parte oriental de la ciudad.

Llegaron al Cerco del Cazador sin ningún contratiempo, pero sorteando muchos cadáveres que se repartían por el suelo de las distintas calles. Se escondieron en el portal desierto de una casa y atisbaron la plaza. Justo delante estaba el edificio de la Capitanía, de dos plantas y de estilo medio, pues era provisional ya que se había proyectado la construcción de una Capitanía más suntuosa y fortificada, como un pequeño castillo.

La plaza estaba llena de gente vociferante que se atacaba con fiereza. Tres edificios próximos estaban en llamas y la humareda envolvía a los combatientes. La Hoja de cobre y plata relucía tétricamente con el fuego y lanzaba destellos rojizos y blancos. Los dos magos se envolvieron en sus capas y se arrastraron por los laterales de las casas aún en pie y por debajo las terrazas, en las sombras, poco a poco hasta llegar a dos edificios de distancia de la Capitanía. La casa a la cual pertenecía la terraza bajo la que estaban situados se advertía totalmente vacía y abandonada, así que Alatar y Pallando usaron sus varas e incendiaron su interior, creando una explosión. Luego se escondieron bajo el edificio contiguo, al lado del cual se hallaba la Capitanía.

Muchos combatientes que estaban cerca fueron raudos al interior de la casa y Alatar y Curunir aprovecharon la situación. Se acercaron a la Capitanía y observaron a través de las rendijas de los postigos de una ventana de la planta baja, que estaba a oscuras. Rompieron con una palabra de orden los postigos y entraron.

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