20-De la Guerra Civil de Rangost y el plan para entrar en la ciudad
El Bardo de librea oscura, de voz profunda y grave, sentenció:
Ya a algunas millas de distancia supieron que algo no iba bien. De Rangost se alzaban unas humaredas que ennegrecían el cielo y que hicieron apresurar a los dos magos. Cuando llegaron a las puertas de la ciudad se encontraron con una pesadilla.
Observaron casi incrédulos un enorme batallón de hombres armados luchando entre sí, y por lo que se podía atisbar, una batalla campal se había adueñado del lugar. Alatar y Curunir se alejaron, pues sabían bien que no debían intervenir a favor de nadie, pues aquello se asemejaba a una guerra civil y acciones demasiado precipitadas podían acabar con la última resistencia del norte.
Montaron guardia en lo alto de un monte cercano a la ciudad y observaron el curso de los hechos. Según parecía no había oposición clara de unos contra otros, más bien semejaba que todo el mundo era enemigo de todos, aunque la razón de todo aquel enredo era una incógnita.
Sin embargo, entre los combatientes no atisbaron nadie que llevara el uniforme de la Capitanía de la ciudad, que consistía en una vestidura larga de color castaño oscuro, con unas protecciones de plata en la pechera y un bordado en la espalda con la hoja de seis puntas de los elfos, tejida en hilo de oro, más un yelmo corriente plateado y un escudo con el símbolo de Rangost, la hoja y las lanzas.
Este detalle se les antojó muy extraño y les asaltó la idea que quizá el Capitán Tyor y su guardia habían muerto o habían sido hechos prisioneros. Pero ¿por quién y por qué? ¿Sus mismos protegidos se habían vuelto en contra? Muy poco probable.
¿Y qué quiso decir Jandwathe aludiendo a Pallando?
Los dos magos habían llegado al mediodía y ya anochecía. Los fuegos iluminaban tétricamente Rangost, literalmente incendiada desde los cimientos. Multitud de cadáveres se amontonaban por las calles, pero muchos grupos y batallones se batían aún en las plazas y las murallas. Los gritos de la lucha y los gemidos de los que caían se elevaban hacía la noche cada vez más oscura.
Aquello parecía el caos más absoluto, cuando pocos años atrás la ciudad estaba glorificada por la victoria y la hermandad entre todos.
Alatar comentó:
- Tendríamos que actuar rápido, si es que hay algo que pueda hacerse. La batalla se encrudece y no podemos permitir que la ciudad y todos sus habitantes sucumban.
- Hay una sola cosa que puede hacerse en estos momentos: averiguar qué ha ocurrido con la guardia y con Tyor. Debemos saber si están muertos o hechos prisioneros.
- No podemos entrar por las puertas. No tendríamos tiempo para llegar al edificio que sirve de alojamiento a la Capitanía sin antes caer muertos y no podemos atacar a la gente incrementando el dolor de este caos.
- Quizá sería más sencillo entrar desde el mar, atracar en el puerto y subir a la ciudad desde allí. No tendríamos que atravesar ninguna muralla y podríamos intentar pasar desapercibidos hasta llegar al Cerco del Cazador.
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