Un Bardo con librea añil, de voz arrebatadora y elocuente, prosiguió entonces:
Pero los Tres Magos no habían terminado su tarea, así que se reunieron en consejo y deliberaron su futuro. Después de mucho hablar, Curunir dijo:
- Creo que es mi deber aguardar aquí, pues aunque es probable que ese ser de las tinieblas haya huido a Mordor, no ha sido vencido y es probable que vuelva. Por mi parte, creo que me dedicaré a estudiar sus artes malignas, todos sus secretos y argucias, porque así sabremos como combatirlas de ahora en adelante.
Y es que había quedado sorprendido de las artes de las que se había servido Jandwathe para someter a los hombres que habían capturado en la batalla, y en su interior se formó el deseo de aprenderlas para ganar.
Por su parte, Pallando manifestó:
- Creo que mi destino está al Sur de aquí, pues allí también existen pueblos que viven sometidos a las artes malignas del Enemigo y no podemos dejar en el olvido a nadie que haya sido alguna vez esclavo de Mordor, ya sea debajo la influencia de Sauron o de esa Vampira.
Finalmente, Alatar consideró:
- Por mi parte, mi lugar también es el norte. Alguien debe estar cerca de la gente y aconsejar como seguir a partir de ahora. Porque los hombres acaban ilusionándose con las victorias pasadas y no prevén las derrotas futuras, y creo que aquí en el Norte hay buena semilla. Quizá en tiempos venideros esta semilla dé frutos en la lucha contra Sauron, si todo ha de sucederse como se dice en las Bellas Tierras de más allá de Occidente y el Enemigo vuelve a levantarse. Me quedo.
Así pues, Pallando se dirigió a los territorios al Sur del Último Desierto, mientras que Curunir y Alatar se quedaron en el Norte.
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