4-Sobre Qufak el Pastor y los Elfos Antiguos
Un Bardo con librea esmeralda, de voz jovial y alegre, prosiguió:
Sin embargo, en aquella época Sauron fue atacado por un enorme ejército de númenóreanos e incomprensiblemente se rindió y permitió que se lo llevaran prisionero a Númenor.
Sauron jugó con su astucia para pervertir entonces al pueblo de la isla y propició el Gran Cambio del Mundo y la Caída de Númenor.
No obstante, esto supuso estar ausente en la Tierra Media durante un tiempo, poco más de cincuenta años en realidad, pero fue suficiente para que el peso del poder de Sauron se aligerara de forma mínimamente perceptible.
Y es aquí cuando los cronistas se ponen de acuerdo, y un primer relato aflora a la luz.
Pues sucedió que un día primaveral del 3302 de la Segunda Edad, en un pueblo del norte de Rhûn y próximo al extremo norte de las Orocarni, un pastor de nombre Qufak fue a buscar parte de su rebaño que se había dispersado por los montes bajos que formaban la punta de la cordillera.
Sin embargo, una fuerte tormenta lo sorprendió en las montañas y tuvo que vagar bajo la tempestad por muchos caminos de roca hasta encontrar un refugio en una cueva natural. La lluvia cesó al atardecer y el pastor intentó volver con el rebaño hacia el pueblo, pero en la oscuridad erró el camino y poco después ya no sabía dónde estaba el norte. Avanzó durante varias horas hasta que llegó en un lugar elevado desde donde pudo percibir un débil resplandor que se movía muy por debajo de él, en lo que parecía ser un bosque. Cansado y totalmente desorientado, Qufak buscó un camino hacia el bosque y descendió hacia la masa de árboles. Dejó las ovejas en un claro entre arbustos, cerca de los primeros troncos, y a su perro para vigilarlas, y él se dirigió hacia donde creía haber visto la luz.
Y he aquí que de pronto salieron varias figuras de entre los árboles y lo rodearon. Como llevaban antorchas pudo ver a unos hombres extrañamente bellos de rostro que le miraban severos y le apuntaban con arcos. Tardó un poco, pero al fin los reconoció como pertenecientes al pueblo élfico, que solamente había oído mencionar en cuentos y leyendas en su más lejana infancia, hacía más de setenta años.
Poco se sabe sobre lo que le ocurrió a continuación. Solamente que volvió al pueblo una semana más tarde, con extrañas historias de elfos, bosques inmensos, montañas blancas y valles de ensueño, y llevaba en la ropa una extraña hoja con seis ramificaciones en puntas, de color cobre por el anverso y plata el reverso.
Y a partir de entonces, fueron muchos los que tarde o temprano se escapaban e iban a visitar a los elfos al otro lado de las montañas.
Estas experiencias proporcionaron a la gente del norte una seguridad y arrojo mayores que la de los demás pueblos orientales, y poco a poco su temor a Jandwathe retrocedió. Crecieron los pueblos, la gente cogió confianza. Erigieron ciudades enteras que se opusieron al poder del Enemigo, y se fue creando una resistencia que se extendió por todo el norte de Rhûn.
Los elfos del este les instruyeron en su sabiduría acumulada a lo largo de las generaciones, pues aunque la mayoría pertenecían al pueblo que no había acudido a la llamada de los Valar, debe recordarse que Arda también proporciona conocimientos a quienes están dispuestos a escucharlos. Les entrenaron también en el manejo de la espada y el arco, armas en las que tenían gran habilidad. En las épocas de las Guerras de los Silmarils algunos de ellos habían habitado zonas más occidentales de la Tierra Media, y habían ayudado a los elfos y hombres de Beleriand en su lucha contra Melkor y Angband.
Y ahora instruían a quienes querían aprender, porque su odio al Enemigo no había disminuido en los largos siglos y no querían consentir que ningún discípulo del Gran Vala Oscuro siguiera sus pasos.
Porque los elfos acababan de descubrir que en el Este, que temían perdido bajo la Sombra, aún quedaban pueblos que no sucumbían.
No pasó mucho tiempo hasta que los mismos hombres que antes habían temido la Sombra con miedo extremo, entrenaran a ejércitos enteros de soldados para hacerle frente.
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