3-Sobre Jandwathe
Un Bardo con librea oscura, de voz profunda y grave, continuó:
Porque a los grandes territorios del este confió su dominio a un ser de las tinieblas, que en forma de vampiro monstruoso impartía el miedo y la obediencia a Sauron en los pueblos orientales.
Jandwathe la Tenebrosa era su nombre, una mujer vampiro que descendía, quizá, de la misma estirpe que Thuringwethil, la temible vampira que fue mensajera de Sauron y Melkor en la Primera Edad del Sol, y cuya capa utilizó después Luthien para entrar en Angband.
Jandwathe se instaló en el Último Desierto, una depresión extremadamente árida del norte de Rhûn y al oeste de las Orocarni, hundida en la tierra, tanto que para llegar a ella era de menester atravesar un laberinto de monstruosas formaciones de roca que caían en picado formando profundos precipicios y grietas de vértigo, con caminos inciertos, secretos y traicioneros que sorteaban mil y un peligros. Allí, en lo más profundo de la depresión y protegida por las interminables paredes verticales de roca negra que la rodeaban, se encontraba una gran extensión árida y arenosa, en medio de la cual se elevaba la morada de Jandwathe: la Torre de los Murciélagos.
Durante generaciones y generaciones el poder de Jandwathe fue absoluto, y se procuró de prisioneros y esclavos que la sirvieran en su reino de arena y roca. Se decía que a veces enviaba hordas de murciélagos hasta los pueblos próximos a su territorio y todo aquel que resultaba mordido por ellos quedaba bajo su encantamiento y se dirigía entonces al Desierto para servirla, sometido para siempre a su voluntad. Y así, los sirvientes de la vampira aumentaban, como también el miedo de la gente.
Circulaban leyendas horribles sobre el destino de los desaparecidos que decidían marchar de sus casas misteriosamente, como la creencia que poco a poco perdían la apariencia humana y se transformaban en demonios sedientos de sangre, y por las noches las gentes cerraban a cal y canto sus casas, de puro terror.
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