15-Del inicio de la Batalla de la Cacería de los Supervivientes: Cerco y penetración en la ciudad
El Bardo de librea rubí, de voz majestuosa y potente, hizo sentir su voz:
A finales del año 1979, en el atardecer de un día de noviembre los vigías avistaron los primeros ejércitos que se acercaban y todo el mundo se preparó para la lucha. Hacía tiempo que el momento se aproximaba, y la determinación y el miedo se daban la mano en todos los corazones.
La marea negra se acercaba con antorchas, iluminando los campos con miles y miles de pavorosas luces rojizas. Se hizo de noche y todo el mundo estaba tenso.
Y la batalla empezó, y la luna se hundió en un mar de nubes y los gritos y cuernos de los atacantes indicaron que los orcos se movilizaban y subían hacía las puertas. Los orcos avanzaban en oleadas, en dos frentes, uno oriental y otro meridional, e intentaron entrar por varios puntos de las murallas, pero se encontraron con las trampas de fuego y púas de hierro hechas por los cazadores que los obligaba a que avanzaran más despacio.
Entonces, los ejércitos de Jandwathe usaron armas de asedio y grandes balistas empezaron a bombardear con flechas y fuego las murallas y las calles de la ciudad, pues los proyectiles superaban en altura los muros construidos con prisas.
Así pues, Curunir, apostado en lo alto de las murallas, se alzó en poder y sabiduría y originó con su vara incendios y relámpagos incandescentes que iluminaron la noche y que cayeron sobre los atacantes, originando muchas bajas entre los primeros orcos que ya intentaban subir por las murallas. Centenares de arqueros se apostaron en lo alto de los muros aprovechando la tregua de proyectiles orcos e hicieron retroceder los invasores, mientras que soldados con espadas patrullaban por las murallas y las puertas, dispuestos a entrar en combate al mínimo intento de penetración de las defensas.
Llegó el alba y los orcos hicieron un segundo intento serio de romper las defensas de la ciudad: el frente oriental se creció y grandes arietes lograron llegar a la altura de las puertas, mientras unas filas más atrás, nuevas balistas reanudaron la lluvia de fuego.
La mayoría de los sitiados fueron a proteger las puertas, dejando las murallas meridionales ligeras en protección que de inmediato fueron atacadas por otra columna de orcos que había permanecido atrasada.
Estos últimos orcos, si bien pocos en número, estaban mejor preparados, pues disponían de unos artilugios extraños y de procedencia desconocida que provocaban fuegos y despedazaban la roca; y con ellos empezaron a abrir boquetes en los muros. Entonces, los sitiados tuvieron que repartirse otra vez, y muchos lugareños acudieron con espadas y garrotes a recibir a los nuevos enemigos.
Pero estos crecían.
Jandwathe había tardado en atacar aquella región, pero había aprovechado el tiempo preparando a conciencia la estrategia, pues no dudaba de quien era el que luchaba con los lugareños.
Los ejércitos de orcos no atacaban todos a una, sino por turnos, y los heridos retrocedían mientras los nuevos llegaban desde detrás, agotando así a los sitiados. Además, las nubes que habían permitido a los orcos atacar a pleno día se hacían más oscuras y la noche volvía a caer sobre la ciudad. Las cosas pintaban mal para la última resistencia del norte.
Aunque obtendrían una ayuda inesperada.
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