martes, 11 de mayo de 2010

25-Sobre el Día Negro. Del encuentro en la Roca del Vigilante y el inicio de los Años del Temor

El Bardo de librea morada, de voz tensa e intranquila, terció:

Corría el año 2064 de la Tercera Edad.

La luna justo salía del horizonte en la fría noche del 16 de febrero mientras unos pescadores estaban echando las redes a unas millas del puerto, mar adentro. De pronto advirtieron algo extraño. El cielo, que hacía unos instantes estaba perfectamente estrellado, empezaba a cubrirse de una extraña negrura que avanzaba de oeste a este muy rápidamente.
Los pescadores se alertaron, porque sabían detectar las tempestades mucho antes que llegaran, y esta oscuridad les había cogido totalmente por sorpresa. Así que no lo pensaron dos veces y velozmente pusieron proa hacia los muelles de Rangost. Una espesa niebla se alzó del mar y se fundió con la oscuridad del cielo, formando una vaporosa muralla que avanzó implacable en persecución de los pescadores. Éstos, una vez amarradas las embarcaciones, corrieron a refugiarse en sus casas, mientras alertaban a los habitantes de la ciudad.

La terrible oscuridad llegó pronto a Rangost y la envolvió como un manto. Alatar, desde la casa en la que residía, cerca de la Capitanía, se puso en guardia. Percibía una intensa maldad en el ambiente, y le asaltaron oscuros presentimientos.

La noche se deslizó con lentitud y llegó la mañana, pero el sol no salió. Un pesado manto gris plomo cubría el cielo y la niebla aún envolvía los edificios y la gente. Hacía mucho frío, y no solamente lo notaban los miembros del cuerpo. Los ánimos de los habitantes de Rangost decayeron sin ninguna razón aparente y muchos tuvieron miedo de otro hechizo. Ese día, 17 de febrero, mucha gente se quedó dentro de sus casas y pasó las horas mirando la interminable niebla que se deslizaba por las calles lentamente.

Al día siguiente, sin embargo, la gente suspiró aliviada al observar como la oscuridad se había desplazado durante la noche en dirección al este, alejándose de la ciudad.
A pesar de ello Alatar seguía preocupado. La oscuridad avanzaba hacia el Último Desierto, pero él estaba seguro que no se trataba de Jandwathe. Había llegado del oeste, y eso podía significar muchas otras cosas. Por lo tanto, Alatar creyó conveniente obtener más información y Nebula salió a investigar.

El fabuloso zorro ártico era alto como un lobo y ostentaba un pelaje más blanco que el reflejo de la nieve recién caída, y en su veloz carrera hacia el oeste asemejaba una flecha blanca. Atravesó raudamente y sin descansar jamás los extensos bosques de coníferas que crecían en las fronteras septentrionales de Rangost y las tierras despobladas y con bosques poco densos de las costas del norte del Mar de Rhûn. Tan solo dos días necesitó para llegar al lugar en donde el río Carnen, que baja de las Colinas de Hierro, y el Celduin que constituye el canal de salida del Lago Largo confluyen para ir a desembocar juntos en las costas noroccidentales del Mar de Rhûn. Allí existe un promontorio rocoso en la orilla este llamado la Roca del Vigilante, nombre dado por los viajeros como consecuencia de la gran vista que se obtiene de la región: se divisan muchas tierras en todas direcciones en un radio de muchas millas.
En esta roca Nebula descansó unas horas, y pronto estuvo dispuesto a partir de nuevo. Pero no lo hizo, porque advirtió de pronto el vuelo noble de una gran ave que se aproximaba raudamente. Nebula observó como un gran halcón describía unos enormes y elegantes círculos encima de su cabeza y aterrizaba a pocos pasos de él.

Los halcones generalmente consideran a los zorros unos animales astutos pero poco nobles, amantes de los hurtos y las huidas precipitadas. Sin embargo, el halcón intuía que ese zorro no era un zorro ordinario y lo miró con respeto. Luego le preguntó, en la lengua seca pero cortés de estas aves:

  • Compañero Zorro, contesta, por favor: ¿provienes acaso de las tierras orientales?
  • Así es, Gran Halcón. ¿Provienes tú, entonces, de occidente?
  • Igualo tu respuesta, zorro. Dime: ¿has presenciado en tu camino una oscuridad que avanza poco a poco, volviendo el mundo del color de la ceniza?
  • Hace tres días y tres noches que esta oscuridad invadió mi territorio. Y ahora te pregunto: ¿Conoces quizá el lugar de dónde proviene? Porque me es de gran urgencia saberlo, pues en el este hay un temor creciente y un Sabio tiene dudas sobre su naturaleza.
  • Pues igualmente un Sabio me envía a mí, precisamente a responder tu pregunta y advertir con ello a otros Sabios en el este. Si conoces a estos Sabios, transmite este mensaje: En el Oeste se teme que Sauron vuelva a cobrar forma y que haya huido de una fortaleza llamada Dol Guldur en dirección este. Estad atentos y vigilad.
  • Palabras nefastas pronuncias, halcón. Sin embargo, transmitiré el mensaje como me pides. Soy Nebula, compañero del Sabio Alatar. Gracias y adiós.
  • Soy Lang, compañero del Sabio Radagast. Gracias y adiós.

Con estas palabras se despidieron. El halcón retomó el vuelo y Nebula dio media vuelta y volvió presuroso a Rangost.

Alatar se inquietó mucho más después de recibir las noticias que le transmitía Radagast y oteó con temor al este. Hacía cinco días que la oscuridad había pasado por Rangost y en estos momentos se divisaba a lo lejos, encima de los tenebrosos barrancos que constituían el flanco occidental del Último Desierto. Era como una cortina de humo que ennegrecía el horizonte y que persistía y persistía, inmóvil.

Alatar consideró la posibilidad de avisar de alguna forma a Curunir para que volviera del viaje cuanto antes, pero desistió. Curunir podía estar en cualquier parte del inmenso Sur y sería una pérdida de tiempo.
Y como no podía hacer otra cosa, Alatar esperó.

De esta forma pasaron muchos años de una tensa calma.

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